Seiscientas sonrisas. Ese es el bagaje que nos deja el XVIII Torneo de Navidad Excmo. Ayuntamiento de Torrelavega. Un gesto sencillo en el rostro de los jóvenes jugadores que, sin embargo, dice mucho más de lo que parece. Cuando los chavales sonríen es que la organización ha funcionado a las mil maravillas, que el torneo ha respondido a sus expectativas, que han pasado un día estupendo, que han podido ver de cerca a jugadores profesionales y, sobre todo, que se han divertido haciendo algo tan sano como jugar al balonmano. Ninguno se ha acordado de la consola ni del ordenador.
Ese gesto amable de los auténticos protagonistas es la mejor recompensa para Enrique Cruz, alma mater del torneo, y todo su equipo. Un grupo incansable de entusiastas del balonmano que se desviven para que todo salga a la perfección. A pesar de los contratiempos y los imprevistos, la organización ha estado a un nivel impresionante. A última hora de la tarde, su gesto reflejaba a partes iguales felicidad y cansancio.
Asturianos, vizcaínos, riojanos, navarros, palentinos y cántabros han teñido de compañerismo las cuatro sedes del torneo. Los representantes de estas seis comunidades autónomas han desbordado todas las previsiones. Se esperaban 460 participantes pero han acudido más de 600. Una cifra tan excepcional como ilusionante. Se ha batido el récord justo cuando el torneo cumple su mayoría de edad. Un dato que invita a soñar a todos los implicados en este gran proyecto. Quizá no esté tan lejos esa idea inicial que pretendía utilizar todos los pabellones de la ciudad en una jornada repleta de balonmano y convivencia.
Poco importa quién fue el vencedor en cada una de las siete categorías, ni quién fue designado como mejor jugador. En este torneo, eso no es lo más relevante. Cada uno de los participantes se llevó de Torrelavega una bolsa cargada de regalos y una sonrisa pintada en la cara. Algo más difícil de conseguir cualquier victoria deportiva y que este torneo hace posible año tras año.
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